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Un ser para la vida

Jaci Regis*
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Extraído del periódico “Abertura”, nº. 232, En./Feb. 2008
Santos - Brasil
Traducción: Pura Argelich


Tanto la filosofía existencialista, como la filosofía cristiana, decretan el destino de la criatura como un ser para la muerte.

El existencialismo de Heidegger y de Sartre indica el camino final para el ser humano: la muerte. Muerte en el sentido literal de final, de fin, de terminal.

Para el existencialismo, la vida humana se desdobla en un escenario de inutilidad porque todo el esfuerzo, toda la emoción se acaba, finaliza en el túmulo.

Sin embargo, esa restricción corporal para la vida no elimina el entusiasmo por el progreso ni por la justicia social, principalmente en el activismo de Sartre, ya que Heidegger era, supuestamente, simpático al nazismo.

Las iglesias cristianas ya postulan el futuro dentro de una perspectiva limitada. Sí, afirman que el alma es inmortal. Que el túmulo no es el fin. Pero señalan para el ser humano una inmortalidad ignominiosa, limitada y estática, en la que los buenos serán premiados y los malos castigados, sin ningún desarrollo o progreso.

La Doctrina Kardecista, expresando el pensamiento de Allan Kardec, afirma que el ser humano es un ser para la vida.

La comprensión espiritista de la vida no siempre está presente en los comentarios y estudios ni siquiera en los de los más aplicados. El panorama de las vivencias está perturbado por los hechos cotidianos, en los que el dolor, el sufrimiento y las actitudes más absurdas parecen delinear el comportamiento, mucho más que las buenas acciones y los buenos sentimientos.

No obstante, el Espiritismo presenta una visión amplia, de la vida, en su magnitud de continuidad y expansión.

Tanto la vida corporal, como la permanencia en el plano extrafísico, constituyen partes de un todo en el que cada uno escoge y vive un camino.

El aparente caos existencial es sólo una forma que la divinidad utiliza para ofrecer al ser humano el ejercicio de su libre albedrío, en la total certeza de que el equilibrio se produce porque la Ley de Causa y Efecto actúa invariablemente rectificando el camino.

Si el existencialismo, a pesar de su filosofía terminal, mantiene el estímulo de la vida, el Espiritismo, con su visión de la vida continua deberá alentar, motivar a la persona a aprovechar cada día de su existencia con el fin de ganar contenido y aumentar conocimientos para garantizar una vida continua más feliz.

Eso se consigue aprendiendo a servir.
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* Jaci Regis, economista; psicólogo clínico; escritor y periodista.
Director y Editor del periódico de cultura espirita “Abertura”.