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La Iglesia Católica se rectifica en relación a Galileo y Darwin

Publicado en F.E. 83 – Octubre/Diciembre 1996

INTRODUCCIÓN


En el Boletín anterior núm. 82, y al final del artículo “Filosofía Monista”, manifestamos que seguiríamos con el Tema a través del pensamiento del teólogo jesuita Pierre Teilhard de Chardin.

Sin embargo, cuando ya teníamos desarrollado su planteamiento, nos ha sorprendido una noticia de la Prensa de finales de octubre sobre la Iglesia Católica en relación a Charles Darwin (a quien aludimos precisamente en el artículo anteriormente citado, en la Nota sobre El Libro de los Espíritus añadida al final del mismo).

Desde luego, cualquier posición dogmática de la Iglesia Católica, o de cualquier otra Religión, nos tiene sin cuidado, valga la expresión; es decir: no nos afecta en absoluto; no decimos que no nos interese su “conocimiento doctrinario”, sino que no nos atañe; en cambio sí que nos concierne conocer la posición de tal o cual sector espiritista.

Ahora bien, los artículos publicados en la prensa nos han venido como anillo al dedo en el tema “Evolución”. Por ello, posponemos el artículo sobre Theillard de Chardin para un próximo número, dando prioridad, en éste, a dos artículos publicados en “La Vanguardia”, de Barcelona, los días 24 y 26 del pasado mes de octubre.

Pero antes de entrar en su desarrollo, retrocederemos algo en la Historia (400 años) para referirnos al más grave, seguramente, de los conflictos habidos entre la Ciencia y la Religión. [1]

Y aunque todo ello no corresponda a la temática concretamente espiritista, esperamos que sea del interés de nuestros lectores.


I.- EL SISTEMA ASTRONÓMICO DE COPÉRNICO (siglos XVI y XVII)


Hasta finales del siglo XV y principios del XVI, se había creído que la Tierra era una superficie llana (…) y que los “astros” salían por un lado y se ocultaban por el otro (…) sin más explicaciones. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (El Génesis, cap. I, vers. 1).

Pero a principios del siglo XVI quedó demostrado el hecho de que la Tierra no era una “superficie llana”, de extensión indeterminada, sino una “esfera” a la que podía darse la vuelta: la vuelta al “mundo”.

Demostrado que la Tierra era una esfera, se creyó que los “astros” daban vueltas a su alrededor (el Sol, la Luna, las estrellas…) (…) como parecía a simple vista (…) Era una explicación que ya venía de antiguo: el sistema de Ptolomeo, matemático, astrónomo y geógrafo griego, del siglo II. Ello no alteraba el concepto de que la Tierra era el Centro de la Creación.

Sin embargo, desde la antigüedad ya se hablaba, también, de otra “teoría”; pero esa teoría no tomó cuerpo hasta el siglo XVI, con Copérnico y Galileo.


A) NICOLÁS COPÉRNICO (1473-1543)


Astrónomo, nacido en Thorn (Polonia), a la vez canónigo de una diócesis.

Hacia el año 1507, Copérnico terminó su libro Sobre las revoluciones de los cuerpos celestes, en el que presentaba la teoría -como ya hemos dicho, enseñada antiguamente- de que la Tierra no era el Centro del Universo -o el Centro de la Creación, como quiera llamarse-. Sino un “planeta” que daba vueltas alrededor del Sol, como los “otros planetas”.

Sin embargo, previendo Copérnico las dificultades que su teoría le plantearía con la Iglesia, se abstuvo de publicar su libro durante treinta y seis años. Pero a instancias de astrónomos amigos y de alguna jerarquía eclesiástica, en especial del cardenal Schomberg, se decidió a publicarlo a primeros del año 1543; atacado al poco tiempo de un ataque de apoplejía, el primer ejemplar le fue presentado ya en su lecho de muerte, ocurrida el día 24 de mayo de aquel mismo año; apenas pudo darse cuenta de ello.

La suerte del libro fue la que había temido: el Tribunal de la Inquisición (instituido trescientos años antes) lo condenó como herético, y la Sagrada Congregación lo incluyó en el “Index” de Libros Prohibidos, por ser “falsa doctrina en todo contraria a las Sagradas Escrituras”.

Pero este libro cambió la faz de la Ciencia; y estableció de manera incontestable la teoría del sistema heliocéntrico (el Sol en el centro); el “sistema” demostraba, a la vez, que la distancia a las estrellas llamadas “fijas” era extremadamente grande, y que la Tierra era un punto en la inmensidad del “cielo”, aunque en aquel entonces, Copérnico no podía tener idea de las “magnitudes siderales”.

Con todo ello, el versículo bíblico: “Dios creó los “cielos” y la Tierra”, quedaba sin sentido.

 

B) GALILEO GALILEI (1564-1642)


Astrónomo y físico, nacido en Pisa (Italia).

Si el libro de Copérnico podía considerarse, en extremo rigor, como solamente la presentación de una “hipótesis”, basada, eso sí, en múltiples y determinadas observaciones del Cielo (tanto suyas, como de sus predecesores, desde la antigüedad), la hipótesis pasó a “hecho comprobado” por las posteriores observaciones de Galileo, que nació veintiún años después de la muerte de Copérnico.

Aquí hay que intercalar, que en 1608 el holandés Lippershey descubrió que, mirando a través de dos lentes combinadas de cierto modo, se aumentaba el tamaño de los objetos lejanos: había inventado el anteojo.

Al año siguiente, Galileo, que ya gozaba de gran prestigio, se construyó su propio anteojo, introduciendo mejoras en el esquema inicial de Lippershey; con ello consiguió mayores ampliaciones. A partir de aquel momento, y en sus continuas observaciones astronómicas, fue descubriendo más y más detalles: vio que la Luna tenía valles y montañas que daban sombra, como en la Tierra; y en cualquier dirección que mirase fue descubriendo estrellas y estrellas, que antes eran invisibles a simple vista. En enero de 1610 descubrió cuatro pequeñas “estrellas” que giraban alrededor de la conocida “estrella” Júpiter, visible a simple vista. Con ello comprendió, de forma decisiva, que ello representaba, en miniatura, el Sistema de Copérnico, que de hipótesis pasó, repetimos, al estado de “hecho”.

En 1616 fue citado por la Inquisición bajo la acusación de enseñar que la Tierra giraba alrededor del Sol; se le obligó, bajo la pena de ser encarcelado, a que no enseñase ni defendiese tal concepto, contrario a las llamadas “Sagradas Escrituras”. Durante dieciséis años acató el silencio que se le exigía; pero en 1632, ya casi septuagenario, se atrevió a publicar su obra Sistema del Mundo. (Diálogos sobre los sistemas de Copérnico y Ptolomeo).

Fue de nuevo citado ante la Inquisición; y de rodillas, con la mano sobre la Biblia, le obligaron a abjurar de la “doctrina del movimiento de la Tierra” (22/06/1633) [2]

No obstante su abjuración, fue enviado a prisión perpetua; pero algún tiempo después le condonaron la pena por lo que hoy llamaríamos “arresto domiciliario”.

Murió diez años después de su condena, a los 78 años de edad (1642).

Sus obras fueron proscritas y puestas en el “Index” … donde han estado hasta 1992, como comentaremos más adelante.

Se dice que Galileo, después de su abjuración, exclamó golpeando el suelo “Eppur si muove!” (¡Pero se mueve!).

Bertrand Russell, en su obra citada en Nota (2), se expresa: “No es verdad que después de recitar su abjuración dijese entre dientes: “Eppur si muove!” Fue la gente quien dijo esto, y no Galileo”. Nosotros no quitamos ni ponemos. Sea como sea, verdad o leyenda … la frase se ha ido perpetuando.


II.- GALILEO, REHABILITADO POR LA IGLESIA CATÓLICA


De esta rehabilitación formulada el año 1992 -o sea, trescientos cincuenta años después de su muerte-, guardamos algunos recortes de prensa (noviembre 1992).

En uno de ellos, “El Periódico”, de Barcelona (01/11/1992), a grandes titulares:

“LA IGLESIA ABSUELVE A GALILEO TRES SIGLOS DESPUÉS DE SU “PECADO””

Y en subtitulares:

“JUAN PABLO II CALIFICÓ AYER AL CIENTÍFICO DE “FÍSICO GENIAL” Y “CREYENTE SINCERO””

“EL INFORME DE REHABILITACIÓN DEL ASTRÓNOMO CONCLUYE 13 AÑOS DE INVESTIGACIONES”

Podríamos preguntarnos de qué tipo de “investigaciones” se trataba … ¿o es que la Iglesia había necesitado los “trece” últimos años para enterarse de que Copérnico y Galileo tenían razón?

En otro periódico, “La Vanguardia”, Barcelona (11/11/1992), venía una Encuesta formulada en los siguientes términos:

- “¿Qué significa la rehabilitación de la figura de Galileo por parte de la Iglesia?”

Entre las contestaciones, había la de tres Profesores Universitarios:

- “Una modificación simbólica de una sentencia errónea ¡Lástima que hayan tardado más de tres siglos! …”

- “Un gesto simbólico para la propia Iglesia, pues Galileo no necesita rehabilitación” …

- “Lo que diga el Papa sobre Galileo no tiene relevancia” …

Todas estas frases pueden aplicarse igualmente a la rehabilitación de Darwin formulada en ese último Octubre de 1996, de la que trataremos posteriormente.


III.- LA HIPÓTESIS DE LA EVOLUCIÓN BIOLÓGICA DE LOS SERES VIVIENTES

 

(Siglos XVIII y XIX)

A) BUFFON (George Louis Leclerc de) (1707-1789)


Naturalista francés.

Fue educado en los Jesuitas, en Dijon (Francia). En 1737, le nombraron miembro de la Academia de las Ciencias.

Poco después empezó a publicar sus Historias naturales, obra que ocupó buena parte de su vida. En esa obra habla, quizás por primera vez en la “historia”, de “restos fósiles de especies vivientes extinguidas”.

En este sentido es el pionero, o uno de los pioneros, de la Paleontología: Ciencia que trata de los seres vivos que existieron en la Tierra hace miles… millones de años.

En aquella época, hablar de “especies desaparecidas” resultaba temerario, puesto que no se concebía, entonces, que el mundo viviente hubiera sido, en otro tiempo, distinto de como era.

Pero además, contrariamente al “fijismo” de la época, Buffon consideraba que estas “especies extinguidas” debían tener alguna relación con las especies actuales. Y al establecer esta relación o continuidad, puso las bases de la hipótesis del “Evolucionismo de las especies vivientes…”

Con tal hipótesis se ganó la enemistad y correspondiente censura de las autoridades eclesiásticas, que consideraban tal hipótesis “doctrina contraria a las Sagradas Escrituras”, como antes ya se había considerado la “hipótesis astronómica de Copérnico”.


B) LAMARCK (Jean Baptiste-Pierre-Antoine de Monet, Caballero de La Marck) (1744-1829)


Nació en Bazantin, pequeña aldea de Francia.

Hasta los diecisiete años estuvo en el seminario de los Jesuitas.

Tiempo después se aficiona por la botánica. Y en 1778, a sus treinta y cuatro años, publica su primera obra, titulada Flora francesa.

Georges Buffon, a sus setenta años, conoce esa obra de Lamarck; entabla relación con él, y le hace entrar en la Academia de Ciencias.

En 1809, con sesenta y cinco años, Lamarck publica su Filosofía Zoológica, en la que expone en detalle su teoría de la evolución, que sostenía que las especies derivaban unas de otras a consecuencia de transformaciones anatómicas que obedecían a la “influencia del medio ambiente y a la necesidad de adaptación a este medio.”

Murió cuando tenía ochenta y cinco años…, casi olvidado…


C) DARWIN (Charles Robert) (1809-1882)


Naturalista inglés.

Nació en Shrewsbury (Inglaterra), el 12 de febrero de 1809, el mismo año en que Lamarck publicó su Filosofía Zoológica.

Fue el quinto de seis hermanos. Tanto su abuelo Erasmus Darwin (1731-1802), como su padre, Robert Waring Darwin (1766-1848), eran médicos. Uno y otro ejercieron sobre Charles gran influencia. Su abuelo escribió una obra titulada Zoonomía o las leyes de la vida orgánica, obra que puede considerarse precursora de las ideas de su nieto.

A los diecinueve años fue enviado a Cambridge para estudiar la carrera de Teología, que terminó tres años después (1831).

En aquel mismo año, Darwin se enteró de que el gobierno inglés estaba preparando una expedición científica: un viaje alrededor del mundo en el velero “Beagle” (vocablo que viene a significar: sabueso, búsqueda,…). Darwin se enroló en la expedición como naturalista, la cual se hizo a la mar el 27 de diciembre de aquel año de 1831.

El viaje del “Beagle” duró cinco años, a través de los mares de América del Sur y de las islas del Pacífico; todo ello sirvió a Darwin para acumular datos y observaciones que serían positivos para la formulación posterior de su teoría sobre la evolución de las especies, que culminó con la publicación de El origen de las especies por medio de la selección natural (1859). La primera edición, de 1.250 ejemplares, se vendió el primer día; la segunda, de 3.000, se agotó en unos pocos días más.

Esta obra sirvió de aglutinante para crear un trabajo de equipo que hizo posible el “darwinismo” como sistema de ideas.

Entre los amigos y colaboradores de Darwin hay que destacar al paleontólogo y biólogo: Thomas Henry Huxley (1821-1895), principal difusor del “darwinismo”; y, entre otros más, el geólogo Charles Lyell (1797-1875).

En esa obra Darwin evitó cualquier referencia directa a un origen común de animales y hombres. Sin duda preveía la oposición religiosa, como doscientos años antes se había hecho a Copérnico y a Galileo; pero su prudencia no evitó la violencia intelectual desencadenada por los creyentes religiosos en una “creación especial divina del hombre”, contra los “evolucionistas”.

Las controversias más fuertes entre “creacionistas” y “evolucionistas” pueden situarse en junio de 1860, en el Congreso de la “British Association”, de Oxford. En un determinado momento, el obispo Wilberfore atacó a los defensores del “darwinismo”, acusando a la doctrina de ser inmoral y anticristiana. Thomas Huxley le respondió: “… Si yo tuviera que escoger a mi padre entre un mono cualquiera y un hombre que denigra con sus palabras a un sabio preocupado toda su vida por el progreso de la verdad, preferiría ser el hijo de un humilde simio” [3]

No fue hasta 1871 que Darwin decidió la publicación de su pensamiento más concreto sobre el origen del hombre: La descendencia humana, obra en la que presentó el hombre como descendiente de los “primates”. Ello renovó las pasiones en su contra de los “creacionistas”; pero la suerte ya estaba echada… aunque hasta 1996 no se haya “rehabilitado” a Darwin.

Charles Darwin murió en Down (Beckenham), el 19 de abril de 1882, a los setenta y tres años de edad.

*

Y hay que mencionar que otro naturalista inglés se mezcló de manera especial en la vida científica de Darwin, específicamente entre 1855 y 1858: Alfred Russell Wallace.


D) WALLACE (Alfred Russel) (1823-1913)


Nacido en Usk (Inglaterra). Fue uno de los fundadores de la Geografía Zoológica y Miembro de la Sociedad Real de Londres.

Nació catorce años después de Darwin. De origen modesto, Wallace tuvo que trabajar duro para hacerse naturalista. Con grandes sacrificios viajó por el río Amazonas (el más caudaloso del mundo, en Sudamérica) y por el Archipiélago Malayo (Sudeste de Asia).

Sus estudios sobre la rica fauna y flora que observó en sus viajes le llevaron a publicar, en 1855, un artículo afirmando el parentesco de las especies animales actuales con las más antiguas; y con ello la teoría de la evolución de las especies. Todo ello con total independencia de las investigaciones y estudios de Darwin.

La publicación de ese artículo dio inicio a una cierta correspondencia entre Darwin y Wallace.

En 1858, Wallace envió a Darwin, interesando su opinión, el manuscrito de un segundo artículo en el que describía con más detalle sus ideas en relación al origen de las especies. A la recepción de ese artículo, Darwin se quedó estupefacto al comprobar que allí estaban las mismas ideas en las que venía trabajando desde hacía más de veinte años. Si aquel artículo salía antes que el libro que él estaba preparando, la prioridad científica podría corresponder a Wallace.

Las buenas gestiones y relaciones del geólogo Charles Lyell (ya citado), lograron que ambos biólogos (Darwin y Wallace) presentasen a la vez sus escritos en The Linnean Society of London: el artículo de Wallace y un resumen de las ideas de Darwin. Pero Darwin ya no pudo dejar de dedicarse intensamente a su Obra; y en un año de trabajo laborioso la concluyó. Y el 24 de noviembre de 1859, cuando Darwin ya tenía medio siglo de existencia, apareció El origen de las especies.

Alfred Russel Wallace, que sobrevivió a Darwin treinta años (1882-1913), nunca pretendió eclipsar la memoria de Darwin; al contrario, fue un divulgador de su obra.

En algunos medios de divulgación científica, el autor de esta reseña ha leído, en el tiempo, que solamente se debe a circunstancias secundarias que se hable de “darwinismo” y no de “wallacismo”.

**

Aunque sea apartarnos del tema en concreto, no podemos dejar de mencionar que Russel Wallace, en el transcurso de su vida, entró en el campo del espiritismo. Publicó algunas obras: The Scientific Aspect of the Supernatural (1866), On Miracles and Modern Spiritualism (1875).

En España se divulgaron estas obras en el volumen Defensa del Espiritismo Moderno, publicado por el “Centro Barcelonés de Estudios Psicológicos” (Barcelona, 1891). Dicho volumen contiene un Prefacio del autor (diciembre 1874) y tres artículos: I.- Contestación a los argumentos de varios autores contra los “milagros”. II.- Lo sobrenatural bajo el punto de vista científico. III.- Una defensa del Espiritismo moderno. Y un corto Apéndice.

Esta edición lleva un extenso Prólogo de Antonio Torres-Solanot, uno de los principales espiritistas de aquella primera época. De ese Prólogo (“Importancia del Espiritismo”), ya transcribimos varios fragmentos en uno de los primeros números de Flama Espirita, hace catorce años. (F.E. núm. 8, Julio/Agosto 1982).


IV.- CHARLES DARWIN, REHABILITADO POR LA IGLESIA CATÓLICA


“EL PAPA ADMITE LA VALIDEZ DE LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN, UN SIGLO DESPUÉS DE DARWIN”

“La Vanguardia”, Barcelona, 24/10/1996

“DARWIN, REHABILITADO POR LA IGLESIA”

“La Vanguardia”, Barcelona, 26/10/1996

en citación, a su vez, de

“Le Monde”, París, 25/10/1996

De estos dos artículos transcribiremos algunos fragmentos. (El resaltado en negrita es nuestro).

  • “Los teólogos de la época de Darwin rechazaron las teorías evolucionistas sobre el origen del hombre por considerar que atacaban las bases de los dogmas de la creación y del pecado original; así como la doctrina del Génesis” (L.V., 24/10/1996).
  • “Contra la propagación de las tesis evolucionistas, la Iglesia ha defendido desde hace tiempo una lectura puramente literal e histórica del relato de la Creación, contenida en los primeros capítulos bíblicos del Génesis” (L.V., 26/10/1996).

¿Desde hace tiempo?... Desde siempre, hay que decir; es precisamente desde hace poco tiempo, a partir de primeros del siglo XIX, que la Iglesia -por la fuerza de las circunstancias-, ha tenido que ir aceptando la interpretación “no literal” de algunos textos bíblicos. Así, cuando la Geología planteó la “antigüedad de la Tierra”… los “seis días de la Creación” se han interpretado como “seis periodos”. [4]

Sin duda, los límites de la antigüedad de la Tierra –como tantos otros límites-, han sido sobrepasados en mucho, en lo que se podría haber pensado en aquellos tiempos del siglo XIX.

Y todo se ha ido escalonando. Y de la “antigüedad de la Tierra”, se pasó a la “antigüedad del hombre” (unos seis mil años, a tenor de la cronología bíblica)… y a la “Teoría de la evolución biológica de las especies”… y más allá.

  • “Hasta el pontificado de Pío XII -(marzo 1939/octubre 1958)-, el evolucionismo (formulado por Charles Darwin en 1859), había sido absolutamente rechazado por la Iglesia Católica y las obras de su “padre” relegadas al Índice de Libros prohibidos.” (L.V., 24/10/1996).
  • No fue hasta finales de su Pontificado que hubo, “el primer reconocimiento de la validez de la teoría de la evolución, contenida en la encíclica “Humani generis”. En ella Pío XII consideraba la obra de Darwin “digna de una investigación y una reflexión profundas, al igual que la hipótesis opuesta.” (L.V., 24/10/1996).

La “hipótesis opuesta” no necesita “reflexión profunda”: era, simplemente, el texto bíblico.

  • “Después de la rehabilitación de Galileo en 1992 -350 años después de su muerte-, el Papa acaba de dar un gran paso en materia de reconocimiento de las teorías del “evolucionismo”, que, en el siglo XIX, gracias a Lamarck (1809) y a Darwin (1859), transformaron las ideas y los conocimientos sobre el origen del hombre.” (L.V., 26/10/1996).
  • “Juan Pablo II admitió ayer en nombre de la Iglesia que la teoría de la evolución de las especies es “más que una hipótesis” válida siempre que no se haga de ella “una interpretación exclusivamente materialista.” (L.V., 24/10/1996).

Si la teoría de la evolución de las especies, o cualquier otra teoría, es más que una hipótesis, las derivaciones y conclusiones que se hagan de ella –tanto por parte “materialista” como “espiritualista”-, no dependen del criterio del Papa, que solamente pueden tener en cuenta los creyentes católicos. Para los demás, ello no tiene relevancia, como ya se dijo en la prensa cuando el Pontífice “rehabilitó a Galileo” hace cuatro años, o como ahora que ha rehabilitado a Darwin.


V.- LA IGLESIA Y LA EVOLUCIÓN ORGÁNICA


Tanto Charles Darwin como sus predecesores, se refirieron a la “evolución biológica”, sin ninguna connotación espiritualista. Por ello los científicos “materialistas” no tuvieron ningún problema en considerarla y aceptarla.

Pero los teólogos cristianos se encontraron, desde el primer momento, con una problemática a la vista, en cierta manera mayor que la provocada por los descubrimientos de Copérnico y Galileo, tres y dos siglos antes, respectivamente. (1543: “Las revoluciones de los cuerpos celestes”; y 1632: “Sistema del Mundo”).

Al rehabilitar ahora a Darwin -cuatro años después de haber rehabilitado a Galileo-, Lucio Villari, catedrático de Historia de la Universidad Sapienza di Roma, ha expresado:

“Una cosa es imaginar el hombre creado por un soplo de Dios en un instante, y otra cosa es pensar que sea el fruto de una lenta evolución. La Iglesia acaba de aceptar una visión crítica, dinámica, de la evolución” (“La Vanguardia”, 24/10/96; el resaltado es nuestro).

Hablar de la “evolución” de la forma orgánica, corpórea..... no era otra cosa que la que exponía Darwin en su teoría sobre “El origen de las especies...”

Y esta teoría -que podríamos llamar “Creación evolutiva” o “Evolución creadora”- [5], hace ya bastantes años que había sido aceptada por la Iglesia, aunque fuese de modo informal.

Y  para  hacerlo  constar  así  en  estas páginas, de un avalado “Manual de Apologética” católica, de hace más de setenta años, versión original francesa (1920), hemos entresacado los siguientes párrafos: (En este caso, todo lo resaltado en negrita ya figura en el texto de la edición española de referencia) [6]

Nº. 121.- Origen del cuerpo humano.

“A este propósito, la cuestión que se plantea es la siguiente: El cuerpo del primer hombre -considerado independiente del alma- ¿ha sido creado directamente por Dios? ¿o es fruto de la evolución, en cuyo caso se habría elevado por etapas sucesivas hasta la forma humana?

“Observemos, antes de pasar adelante, que esta cuestión no está definida por la Iglesia, y subsiste, por tanto, cierta amplitud y libertad para el debate entre los apologistas católicos.

“Ciertamente, se dice en el cap. II (vers. 7, 21, 22) del “Génesis” que “Dios formó el hombre del polvo de la tierra y le inspiró un soplo de vida”, y que hizo a la mujer de una de las costillas de Adán.

“También es verdad, que la mayor parte de los Padres de la Iglesia han interpretado estas palabras en el sentido obvio de una creación directa de Dios, y que conforme a esta opinión tradicional, la Iglesia reprueba como temeraria la teoría de los evolucionistas católicos, según la cual Dios se habría limitado a tomar el cuerpo del animal más perfecto e infundirle el alma humana. Pero hay otra doctrina evolucionista más atenuada, que no parece inconciliable con la opinión tradicional de la Iglesia; es aquélla que profesa que Dios, para crear al hombre, se había servido de un cuerpo organizado, completándolo y añadiéndole algunas perfecciones antes de introducir el alma en él.

“La tierra, pues, de que habla el Génesis, habría sido en esta hipótesis un organismo preparado poco a poco por un largo trabajo de evolución, y acabado por una nueva y directa intervención de Dios”.

*

Esta doctrina que en 1920 no estaba definida por la Iglesia...., ahora viene a ser admitida más o menos formalmente.

Y si antes no estaba definida y no parecía inconciliable con la Iglesia... ¿a qué viene ahora, en 1996, una rehabilitación de Darwin ciento catorce años después de su muerte?

En verdad:

“Lo que diga el Papa sobre Darwin no tiene relevancia”, como no tiene relevancia lo que dijo en 1992 sobre Galileo (“La Vanguardia”, 11/11/1992; en F.E. nº. 83, pág. 3).

*

Un inciso


Desde luego, esta doctrina evolucionista prehumana más atenuada se refiere solamente al cuerpo, hasta que por una nueva y directa intervención Dios introduce el alma en él, convirtiéndolo en ser humano, con cuerpo y alma, y no existiendo, después de la “muerte”, ningún tipo de “evolución espiritual”.

No hay que decir que esta doctrina evolucionista no tiene nada que ver con la que postula el Espiritismo: la evolución orgánica/anímica, biológica/espiritual, a través del proceso reencarnatorio.

Esta evolución biológica/espiritual fue sintetizada por Kardec en el párrafo 607 de El Libro de los Espíritus, y también en el párrafo 540 en un orden evolutivo más amplio. (Párrafos que parcialmente hemos transcrito recientemente en Flama Espirita nº. 82: Filosofía Monista, pág. 6 y 5, respectivamente).

Pero no podemos dejar de mencionar que en algunos pocos párrafos que presenta Kardec, también presupone una nueva intervención de Dios en un determinado momento del proceso evolutivo.

Así es como en La Génesis, cap. VI, Párr. 19, se expresa:

“El Espíritu no llega a recibir la iluminación divina (....) sin haber pasado por la serie divinamente fatal de los seres inferiores, en los cuales se elabora lentamente la obra de su individualidad. A partir de ese día es cuando el Señor imprime en su frente su augusto tipo y el Espíritu toma puesto entre las humanidades.” (El resaltado en negrita es nuestro).

Notemos este lenguaje “antropomórfico”, similar al de una nueva y directa intervención de Dios. Sin embargo, a pesar de este lenguaje parecido, no hay ninguna duda sobre el distinto contenido espiritual: En Espiritismo, el Alma sigue evolucionando en “la humanidad” a través del proceso de la Reencarnación.

Ahora bien: en ESPIRITISMO no hay Leyes Naturales y “Leyes (o Intervenciones) Divinas”.

LA LEY ES UNA.


VI.- CONSIDERACIONES FINALES A LA REHABILITACIÓN DE DARWIN


De “La Vanguardia”, Barcelona, 26/10/1996 (tomado de “Le Monde”, París, 25/X/1996):

“Las consecuencias de esta rehabilitación pueden ser considerables. El distanciamiento así tomado con la lectura fundamentalista de la Biblia amenaza con afectar las estructuras de todo el edificio dogmático cristiano, fundado sobre el pecado original y la existencia del mal, que ha influido en nuestras mentalidades occidentales.

“Sin la noción de culpabilidad hereditaria, relacionada con el “primer hombre”, Adán, los dogmas centrales de la fe cristiana, como el pecado original y la redención, no son comprensibles.

“Ya que a partir del momento en que se admite que el hombre no ha nacido gracias al toque del dedo de Dios, sino que se desprende progresivamente de la animalidad, todas las formas de entender y comprender la existencia del mal en el mundo deben ser revisadas.” (Los resaltados en negrita son nuestros).

Léon Denis, el Apóstol del Espiritismo, en su Cristianismo y Espiritismo (1898) ya dejó escrito:

“Sin el Dogma del Pecado original no se comprende la necesidad del Redentor. Por esta razón nada es tan enseñado explícitamente por la Iglesia, como la Caída de Adán y sus funestas consecuencias para todos sus descendientes.” (cap. VII: Los dogmas, nota 1).

Sigue el comentarista de “Le Monde”:

“Para redimirse de su retraso en relación a las exigencias planteadas por la comunidad científica, la Iglesia se desdice de sus previas posturas, creando una vertiginosa fosa a sus pies.”

¿La Iglesia se desdice de sus previas posturas?

En el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (1992), un volumen de setecientas páginas, “escrito en orden a la aplicación del Concilio Ecuménico Vaticano II” (10/1962-12/1965), con una Introducción de “Ioannes Paulus Pp II”, en el cap. “La Catequesis sobre la Creación” (párr. 282 y siguientes), no se habla de evolución en ningún sentido, ni figura dicho término en el Índice Temático.

Termina el comentarista:

“La ciencia hoy ya no pretende poseer unos conocimientos universales de las leyes cósmicas y fundamentar a partir de éstos todos los mensajes éticos. La Iglesia por su parte, también progresa cuando deja de privilegiar los dones de la revelación sobre la investigación científica y cuando por fin reconoce a la ciencia como exigencia de toda cultura.”

*

Muy optimista nos parece esta consideración final.

El camino de la Ciencia es, efectivamente, rectificar errores y concepciones anteriores, al tiempo que presenta otras nuevas. Pero, ¿cómo puede rectificar “errores” una Revelación Divina... que todas las Religiones pretenden ostentar en exclusiva? ¿Cómo puede rectificar errores la “Infalibilidad del Papa”?

En una comunicación mediúmnica (Obras Póstumas, de Kardec), se expresa:

“La Iglesia.- París, 30/09/1863.

“Solamente con una transformación absoluta podría vivir, pero ¿se amoldará a ella? No, que tanto valdría que dejara de ser Iglesia. Para poder asimilarse las verdades y descubrimientos de la ciencia, tiene que renunciar a los dogmas que le sirven de fundamento (....)

“Está entre dos alternativas: transformarse o estacionarse.

“Si se transforma, se suicida; si se estaciona, sucumbirá a los embates del progreso.

Esta comunicación mediúmnica tiene más de cien años..... y sin duda grandes cambios se han producido. Pero indiscutiblemente muchos más habrán de producirse.

*

En “La Vanguardia” de 26/11/1996, bajo el título de “El darwinismo todavía es polémico en EE.UU.”, un comentarista expresa:

“Darwin cambió la visión del mundo.

“Darwin ha vuelto a ser actualidad por su despenalización eclesiástica. ¡Ya era hora!

“De todas formas, ésta ha sido la bendición papal, pero ya había recibido otras y muy autorizadas dentro del mundo eclesiástico.

“Lo lamentable es que el darwinismo todavía es polémico en los Estados Unidos; en algunos estados norteamericanos no permiten que las teorías de Darwin se expliquen en la escuela”.

Parece mentira que incluso en Occidente, a casi finales del siglo XX, existan todavía los llamados “fundamentalismos” o “integrismos religiosos”, apegados a la letra de tal o cual “Palabra de Dios”.


VII.- APÉNDICE: Giordano Bruno (1548-1600)


Antes que Galileo tuviera que abjurar (1633) de la “doctrina del movimiento de la Tierra” -(el “Sistema de Copérnico”, que Galileo hizo pasar de “hipótesis” a “hecho”)- , otro proceso había tenido lugar, treinta años antes.

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Giordano Bruno, filósofo italiano nacido en Nola (Nápoles), en 1565, ingresó en la Orden religiosa de los Dominicos; en 1575 se doctoró en Teología, y en 1576 abandonó la Orden, acusado de herejía por algunas cuestiones dogmáticas. Por ello se vio obligado a refugiarse sucesivamente en Suiza, Francia, Alemania e Inglaterra; al final la Inquisición logró apresarle en Venecia, donde estuvo encerrado seis años, siendo después trasladado a Roma (1591).

Entre otros cargos, el más específico contra él era que había enseñado “la pluralidad de Mundos”.

Después de un proceso de ocho años, y por su negativa a retractarse, el  Santo  Oficio  le condenó a ser quemado vivo. “Quizás temáis más vosotros dictar mi sentencia, que yo escucharla”, increpó a sus jueces. La sentencia se llevó a efecto en Roma, el 16 de febrero de 1900.

Entre sus obras: “La Causa Única de todas las cosas”, “De lo Infinito del Universo y de los Mundos”.

La figura de Giordano Bruno ha sido llevada a la literatura, por el escritor Morris West, en una obra teatral en verso bajo el título The Heretic (El Hereje, Editorial Pomares; Barcelona, 1969).

Del Prólogo de la obra, transcribimos su primer párrafo:

“En el Campo del Fiori, en Roma, se levanta la estatua de bronce de un hombre. Su nombre: Giordano Bruno. La inscripción indica que fue erigida en 1899, en el mismo sitio donde Bruno fuera quemado vivo por hereje, 300 años antes. Hay constancia de que, el día que se descubrió la estatua, treinta mil personas se reunieron en la plaza para rendirle homenaje, y que el papa León XIII (1878-1903) ayunó y promulgó una carta pastoral condenando la conmemoración y el hombre conmemorado.”

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En “La Vanguardia” de Barcelona, de fecha 7 noviembre 1992, en la Sección de “Cartas a los lectores”, había una en relación a la “rehabilitación de Galileo” y que, a la vez, complementaba con:

“¿Podemos esperar también la rehabilitación del dominico Giordano Bruno, que fue quemado en Roma en 1600 por enseñar, entre otras cuestiones, la pluralidad de mundos?.

“Con esas condenas, la Iglesia se sentenció a sí misma. Y acabó de perder el tren en 1864 con la serie de “excomuniones” formuladas en el “Syllabus” y ratificadas por el Concilio Vaticano I (1869/1870, Pío IX)”, concilio que a la vez promulgó la Infalibilidad del Papa.

“La Iglesia de hoy, forzada por el progresivo desarrollo de la cultura, pretende poner “parches” a sus grandes errores del pasado”. Parches como el Concilio Vaticano II (1962/1965) con su “Declaración sobre la Libertad Religiosa”.

“Pero los que somos básicamente librepensadores, y por ello no aceptamos ni pretendidas autoridades divinas, ni infalibilidades, ni imposiciones religiosas, directas o indirectas, no podemos dejar de guardar memoria de la Historia”.



[1]Historia de los Conflictos entre la Religión y la Ciencia, de John William Draper, médico, químico e historiador norteamericano de origen inglés (1811-1883).

(1ª. Edición 1873 … ó 1863, según alguna referencia. En Inglaterra alcanzó la vigésima edición).

(Edición española, Madrid, 1876; y otra más reciente en 1987/88).

[2] Léon Denis, en Cristianismo y Espiritismo, en Nota complementaria núm. 10, presenta un extracto del texto de la condenación. Más extenso en La Perspectiva Científica, del filósofo inglés Bertrand Russell (1872-1970), profesor de Filosofía en Cambridge (2ª. Edición 1949¸ Editorial Ariel, Barcelona, 1983).

[3] Cita tomada de Darwin y el darwinismo, de Marcel Prenant (Nouvelle Press, París 1940. Edición castellana: Editorial Grijalbo, Méjico, 1969).

[4] Remitimos al estudio y análisis que realizó Kardec en “La Génesis”… según el Espiritismo”, (1868), cap. XII, 1 a 12: Los seis días.

[5] Así tituló una de sus obras (“L’Evolution créatice”, 1907) el filósofo espiritualista francés Henri Bergson (1859-1941), quien a la vez se interesó viva y positivamente en la, en su tiempo denominada, Ciencia Metapsíquica (desde 1930/35 llamada, más generalmente, Parapsicología), habiendo sido nombrado en 1913, presidente de la “Sociedad de Investigaciones Psíquicas”, de Londres (la célebre “Society for Psychical Research”, cuyas iniciales (S.P.R.) son por muchos conocidas.

En el campo del espiritualismo escribió diversos ensayos y obras, destinadas a justificar su teoría de la independencia de la consciencia respecto del cuerpo.

Entre sus obras: Cerebro y pensamiento (1904), La Consciencia y la Vida (1911), El Alma y el cuerpo (1912), Fantasmas y vivientes (1931)....

[6] “Manual de Apologética”. Autor: Dr. A. Boulenger, Canónigo honorario de Arras (Francia).

Editorial Políglota, Barcelona, 1936.- “2ª. edición española, acomodada a la séptima edición francesa”. Lleva un Prólogo del Obispo de Arras (Mayo 1920) y el “Imprímase” del Obispo de Barcelona (1929).