Home Doctrina Kardecista Oculto Capítulo VII – El Dolor y la Búsqueda del Equilibrio

Capítulo VII – El Dolor y la Búsqueda del Equilibrio

DOCTRINA KARDECISTA (en adelante D.K.)- “En la visión bíblica, la vida terrena es única, corta, breve y por eso, debe ser agilizada para resolver el enigma del futuro. En los medios espíritas más religiosos, se entiende que la vida corpórea es casi una tragedia, puesto que cercena la libertad del Espíritu y ve en ella un “rosario de dolores”, un hospital, un calvario. Son muchos los que consideran la vida en la Tierra como una etapa que deberá ser atravesada con sacrificios, dolores, sufrimientos, para no volver a vivir aquí, en las próximas reencarnaciones. Siguen esta recomendación: “Haz todo para que no tengas que volver a esta Tierra”.

COMENTARIO DE FLAMA ESPIRITA (en adelante F.E.) – Por mucho que en una encarnación nos esforcemos, nunca será suficiente como para asumir en una sola vida todas las enseñanzas que puede ofrecernos esta escuela llamada Planeta Tierra. Lo que sí podemos conseguir, poco a poco, es procurar asegurarnos una posición un poco mejor después de cada experiencia reencarnatoria; todo ello con esfuerzo, dedicación e interés. Debemos tener claro, como postula el Dr. Regis, que este planeta no es un calvario -aunque muchas veces pueda parecérnoslo-, ni un rosario de dolores, aunque algunos autores espiritistas ensalcen -probablemente en demasía- las virtudes del dolor (que las tiene, sin duda, pero no hemos de exagerar los deseos de sufrir para adelantar más rápido; siempre es mejor un ritmo pausado, pero constante), ni tampoco es un hospital, aunque hayamos muchos enfermos -del cuerpo y del alma-, encarnados en él. Prioritariamente es una Escuela Primaria donde aprendemos, en muchas ocasiones, con esfuerzos rayanos en el agotamiento; pero, no olvidemos que los aprendizajes en las escuelas primarias son duros.

D.K. – “Sin embargo, a la luz de un nuevo entendimiento, la vida corpórea es un componente natural, deseado y necesario para la evolución del Espíritu.

“La valorización de la vida corpórea es la consecuencia de haberse entendido el gran movimiento evolutivo en que todos están envueltos y que, en última instancia, es producto de la propia persona. En términos puramente intelectuales podríamos decir que la vida corpórea fluye como una contingencia natural, independiente del valor moral del reencarnante.

F.E. – La vida corporal es, ciertamente, un elemento imprescindible para el progreso del Espíritu, mayormente en estos estadios inferiores en los que nos movemos. Somos aún Espíritus poco avezados a la vida espiritual, siendo ésta incomprensible aún para muchos. Aquí, en los dominios de la materia, “estamos más despiertos”, alejados temporalmente de la modorra de la turbación.

Muchos todavía no comprenden -no comprendemos, probablemente-, no viven -no vivimos- con conocimiento de causa lo que es el período de la erraticidad. Podemos pensar que es aquí, en el Mundo Material, donde realmente aprendemos a conocer, poco a poco, lo que es el Mundo Espiritual. Es aquí, donde descubrimos la existencia del Mundo Espiritual para, más adelante, durante nuestras estancias en la erraticidad, ir dándonos cuenta de que lo que aprendimos encarnados se corrobora estando desencarnados.

Por todo lo antedicho, la vida material es valiosísima para los Espíritus inferiores y, gracias a ella y a sus experiencias, nos erguimos cada encarnación un poco más en pos del progreso y de la felicidad.

D.K. – Pero la vida es un flujo energético, valorizado por la emoción, por el sentimiento. De ahí que no haya posibilidad de desvincularla de la naturaleza afectiva de las personas. Por eso, la reencarnación, como flujo natural del proceso de búsqueda del equilibrio, traza la realidad intelectual y moral del Espíritu, su bien y su mal, sus conquistas y deficiencias. Tal es el panorama caótico de la sociedad humana.

F.E. – Aparentemente caótico, pensamos. Siempre debe haber un orden último en esta especie de caos evolutivo y, realmente, ese orden último sólo puede ser la Inteligencia Suprema, Causa Primera de todas las cosas. Causa Primera e Inteligencia Suprema, son conceptos poco avenidos con una situación caótica.

D.K. – “Pero es poco inteligente circunscribirla a las nociones de prueba y expiación, o sea, de sufrimiento y reparación de errores.

F.E. – Creemos que esta explicación del Dr. Regis ha quedado perfectamente clara a lo largo de este Modelo Conceptual. Realmente la inteligencia nos señala que todas nuestras experiencias reencarnatorias no pueden circunscribirse únicamente al ciclo error-expiación, sino que deben ceñirse al ciclo del aprendizaje que, lógicamente, comporta errores con sus consiguientes consecuencias negativas para el Espíritu.

D.K. – “En la progresión de la vida corpórea o incorpórea, el sufrimiento y el dolor son componentes inherentes a la imperfección de las personas.

“Si hay el dolor-crecimiento, a consecuencia de las mutaciones evolutivas que producen perturbaciones vivenciales en virtud de la sustitución de parámetros consolidados por nuevas perspectivas, igualmente existe el dolor-respuesta proveniente de los conflictos internos, de la culpabilidad y de las relaciones con compañeros que afectan el equilibrio emocional y físico.

F.E. – Excelentes conceptos del autor: “dolor-crecimiento” y “dolor-respuesta”. Realmente son conceptos expresados en un contexto de modernidad en el lenguaje, en la semántica, tan conveniente al Espiritismo en nuestros días. Hay que esforzarse en alejar al máximo al Espiritismo de cualquier contexto trivial, supersticioso o fantasioso y, sin duda, el lenguaje empleado influye de forma determinante en ello.

D.K. – “La reencarnación no puede ser concebida como una medida auto punitiva o una acción punitiva de la divinidad.

F.E. – La Encarnación no puede ser considerada, de ninguna de las maneras, como un castigo impuesto por Dios, aunque, ciertamente, veces hay en que determinadas encarnaciones -a causa de graves consecuencias derivadas de actuaciones terribles del pasado- así puedan parecerlo.

D.K. – “En el modelo bíblico, el ser humano, moldeado con una marca de innata culpabilidad o corrupción, merece ser corregido para que sea salvado del infierno. Para eso es sometido a la autoridad divina, personal e inmediata, ya que todo el proceso debe ser completado entre el nacimiento y la muerte. Entonces, solamente la privación de sentimientos, deseos y aspiraciones, a través de la renuncia, puede ofrecer un futuro feliz post-mortem, porque la vida corpórea sería el inicio y el fin de la experiencia sensible de la criatura.

“Sin embargo, a la luz de una visión dinámica concebimos la vida humana como un continuum existencial, a través de la vivencia en el plano extrafísico y en el plano corpóreo, intermitentemente. Eso explica la realidad evolutiva de las personas, en segmentos reencarnatorios. La persona humana posee una biografía atemporal, en la que experimenta una extraordinaria aventura con errores y aciertos, permanentemente inquietante e inquieta, sin correlación estricta con el tiempo, pero desenvolviéndose en su propio tiempo.

“La ausencia de esa visión conduce a una interpretación restringida y limitada. Esa concepción orienta todo el modo de vida, la educación, la emoción de las personas, en dirección a la muerte. Así pues, en esa visión sensorial, la muerte es la certeza real. Todo ello contrasta con este modelo de ascensión y libertad que estamos presentando.

F.E. – Magnífico final de capítulo el que nos ofrece el Dr. Regis. Realmente este modelo que propugna de ascensión y libertad contrasta con el que se nos presenta –a veces también desde ámbitos espiritistas- en muchas oportunidades, plagado únicamente de dolor, represión, culpa y tristeza. Asimismo, estos conceptos finales se enmarcan perfectamente en ese modelo de modernidad semántica que ya mencionábamos más arriba.

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Es posible que este concepto de “modernidad semántica” que aplaudimos pueda desconcertar a algún lector. Ello podría inducirnos a pensar que el lenguaje empleado por los autores clásicos, especialmente por Kardec, nos molesta. Nada más lejos de nuestra intención. Comprendemos que cada época tiene su propia realidad semántica y que el contexto histórico de cada período influye, inevitablemente, en el empleo de determinadas expresiones. Es indudable de que en la obra de Kardec hay, por ejemplo, bastantes antropomorfismos que, seguramente, hoy Kardec no emplearía. Sin embargo, ello no puede hacernos pensar que Kardec tuviera una noción equivocada de Dios (basta con leer la primera pregunta de “El Libro de los Espíritus” para comprender que no es así). Los mismos espiritistas no nos apercibimos de que en muchas ocasiones utilizamos, inconscientemente, expresiones totalmente ajenas al contexto de la doctrina espiritista, como por ejemplo: ¡madre de Dios!; ¡la virgen!;…

Por ello pensamos que conviene al Espiritismo actual el poseer unas buenas traducciones profesionales -no amateurs, a pesar de la excelente voluntad de muchos seguidores del Espiritismo- de los siete libros de Kardec, complementadas con notas aclaratorias con respecto al lenguaje de la época. ◙