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La mejor navidad

Extraído de “Opinião”, nº. 148, Diciembre 2007
Traducción: P. Argelich

“Los males de este mundo están en razón de las necesidades ficticias que os creáis. (“El Libro de los Espíritus”, ítem 926)”

(…) No es difícil identificar todo lo que simboliza la Navidad en una sociedad competitiva, consumista y materialista. Es cierto que, en todas las tiendas de las grandes ciudades vemos símbolos religiosos y, en el aire, se esparcen los más bellos cánticos navideños. Pero están ahí sólo al servicio del mercado. En la imaginación colectiva, los sueños de la Navidad que pueblan las mentes y los corazones son, pura y simplemente, de más consumo y de más posesión de bienes, a veces más allá de las auténticas necesidades materiales de cada uno.

(…) En el mundo donde el tener sobrepuja al ser, se acostumbra a evaluar los índices de felicidad a partir de los niveles económicos de las personas. Sin embargo, los espíritus que dialogaran con Allan Kardec, en la estructuración de El Libro de los Espíritus, sabiamente situaran la medida de la verdadera felicidad en estos parámetros: “para la vida material, es la posesión de lo necesario; para la vida moral, la buena conciencia y la fe en el futuro.” (Ítem 922).

En la vida ordinaria, casi siempre tropezamos con el primer ítem. Difícilmente administramos nuestro patrimonio material a partir de reales y genuinas necesidades. La vida de muchos es una continua obsesión por escatimar y aumentar patrimonio. Eso obnubila la vivencia de una filosofía moral fundada en los dos ítems siguientes de la sabia propuesta de los espíritus: la buena conciencia y la fe en el futuro. La conciencia de quien está permanentemente imantado al mundo del tener acaba ensombrecida por el lucro y obstaculiza los vuelos del espíritu en busca de la plenitud futura que le está reservada.

La mejor Navidad, en consonancia con los criterios establecidos por los lúcidos guías de la humanidad entrevistados por Allan Kardec, será aquélla en que la justicia, el amor y la solidaridad experimentaren un índice tal de crecimiento capaz de implantar en el alma humana la paz de conciencia y la certeza acerca del futuro libre del espíritu y de su destino de luz.

COMENTARIO

¿Carece, pues, de importancia el crecimiento económico y el desarrollo social? Claro que no. Pero, éstos dejarán de ser metas preferenciales. Han de ser consecuencias. Beneficios que llegarán a nosotros “por añadidura”, en el decir del joven carpintero cuyo simbólico aniversario el mundo cristiano conmemora en este mes de diciembre.
Publicado en FE 130 4ºTrimestre